jueves, 14 de septiembre de 2017

Estudian reutilizar desechos industriales del vino para producir enzimas de alto valor agregado

Orujos

 
     Científicos de Conicet-Rosario estudian la reutilización del orujo, principal desecho de la producción del vino, para extraer una enzima de alto valor agregado y disminuir la cantidad de residuos que se liberan al ambiente.
 
     El estudio lo realiza un equipo del Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos (Iprobyc-Conicet- Universidad Nacional de Rosario), que dirigen los investigadores Diana Romanini y Carlos Boschetti.
 
     Desde hace un año y medio, los científicos rosarinos trabajan en la reutilización de los desechos que origina la industria vitivinícola, en particular el orujo de uva, comentó Romanini a Télam.
 
 
 
     Romanini explicó que "es un desecho a partir del cual se puede producir enzimas de alto valor agregado y puede servir de materia prima para obtener una gran concentración de antioxidantes" y que el proyecto tiene una parte ecológica, que es "reutilizar el orujo, y así evitar que se acumule y contamine el medio ambiente".
 
     El proyecto fue seleccionado para recibir financiamiento de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.
 
     La investigadora dijo que el vino tinto "es una de las bebidas más ricas en polifenoles, compuestos biológicos que poseen muchos beneficios para la salud" por sus "propiedades antioxidantes".
 
     "El residuo que queda después de la fermentación del vino, llamado orujo de uva -semilla, tallos y pieles de la fruta-, también contiene altos niveles de polifenoles, que podrían ser de gran utilidad para las industrias farmacéutica, cosmética o alimentaria", amplió.
 
 
 
     Ese problema es precisamente un nicho que al grupo de investigadores de Rosario le interesó explorar. "Un desecho industrial es considerado algo sin valor, hasta que alguien encuentra alguna manera de cambiar eso", afirmó el científico.
 
     El orujo de uva, "por las propiedades antioxidantes que tiene, puede ser una materia prima de alto valor agregado", por lo que se proponen darle "un uso que permita generar alimentos funcionales" destacó.
 
     "Nos interesa rescatar el valor de los antioxidantes, que de forma similar a la vitamina E, se oxidan en sí mismos para evitar que se oxiden las células de nuestro cuerpo", explicó Cabezudo.
 
     Y continuó: "la búsqueda de antioxidantes es el valor de estas moléculas y es sabido que el vino posee ese efecto terapéutico. Y en el orujo se concentra mucho más de aquel que termina en el vino".
 
 
 
     En tanto, la becaria posdoctoral del Conicet María Rocío Meini, que también integra el grupo de estudio, dijo que a partir del orujo se dedicó a la producción de la enzima tanasa, mediante el cultivo de hongos.
 
     "Esta enzima degrada compuestos polifenólicos que se llaman taninos, que son los que le dan la astringencia al vino, otorgan turbidez a jugos, cerveza y té", dijo e indicó que "también ayuda a que el producto final que se obtenga posea moléculas más pequeñas y con mayor poder antioxidante".
 
     "Poder producir esta enzima a nivel local es una manera de bajar costos de producción, porque su precio es muy elevado a nivel mundial y actualmente la comercializan muy pocas empresas en el mundo", finalizó la científica.
 
 


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