La poda tiene principalmente dos objetivos. Por un lado, conseguir equilibrar la producción futura de uva y por otro, adaptar y preparar la planta para su cultivo (en su estado natural, la vid es un liana trepadora cuyas ramas, llamadas sarmientos, pueden alcanzar 30 metros de longitud). La poda limitará así el desarrollo de la planta y ayudará a controlar la calidad y cantidad de la uva.
El lloro
Hacia el mes de Septiembre, cuando la temperatura media pasa de los 9-10ºC, y el suelo empieza a calentarse, unas hormonas contenidas en las raíces empiezan a activar el metabolismo de la planta. La cepa sale de su letargo y marca el inicio de la añada.
Se inicia el flujo de savia desde las raíces hasta las partes aéreas de la planta. Y es cuando empieza a observarse en todos los cortes de la poda y heridas del tronco y de los brazos, unas gotas transparentes e incoloras que se asemejan a lágrimas, es lo que llamamos lloro de la vid.
La cantidad de lloro que fluye de una cepa es variable. Depende básicamente de la época en la que se ha realizado la poda, del grosor de los cortes de poda, del vigor de la planta y de los factores climáticos.
Estos lloros cesan al recubrirse los cortes y heridas con unas sustancias gomosas producidas por bacterias que viven sobre el derrame, y sales disueltas en el lloro evaporado, obturando los vasos leñosos.
Terminado el período en el que lloran las cepas, cuando la temperatura diurna va en aumento y sin excesivos fríos nocturnos, la planta empezará a crecer gracias a las reservas acumuladas en las raíces y en el tronco. Las yemas comenzarán a hincharse y a desarrollarse para pronto brotar. De estas pequeñas yemas brotarán los nuevos sarmientos, hojas y frutos.
Fuente: thebigwinetheory.com
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