En la última Premium Tasting, realizada en Mendoza, se ofreció un seminario sobre nuevos y pequeños productores. Cómo es la movida y cuáles seguir.
Mientras que en el vino argentino se discute cada vez más sobre al concentración de la industria, tanto en materia de producción como de oferta, una realidad atomizada de nuevos proyectos de vino salpica el polo apuesto con pequeñas pero consistentes manchas de rico vino. Son los nuevos y pequeños productores, encargados de traerle una bocanada de aire fresco al asunto.
Más cercanos a unos emprendedores que a unos bodegueros, que se lanzan a elaborar vinos por el gusto de hacerlo y, sobre todo, por el gusto de probar cosas nuevas, en el mercado local y a cuenta gotas emergen proyectos unipersonales, familiares o de micro escala que vienen a ponerle nuevo sabor a la góndola. Y ocupan, precisamente, los lugares vacantes que deja la industria.
Por ello, en la última Premium Tasting, la cata de vinos íconos de Argentina organizada por Nicolás Alemán y el Hotel Intercontinental de Mendoza, ofreció una seminario en el que algunos de ellos expusieron sus vinos. La mesa en cuestión, tenía un lindo sesgo: todos los peequeños productores estaban por debajo o apenas en los 40 años; con ideas propias sobre qué debe ser un vino; y vinculados a la industria del vino como enólogos o comerciales.
Algunos productores, como Traslapiedra, incluso son un colectivo de amigos, mientras que otros, como los vinos Pala Corazón una apuesta familiar, o como en el caso de Paso a Paso, un enólogo y un agrónomo asociados para buscar nuevos sabores, o Contento Wines de Federico Schneidewind, periodista de Rosario metido a elaborar vinos.
Los pequeños productores y los grandes
Los mencionados no son los únicos pero sí buenos ejemplos. También es interesante lo que sucede en colectivos como PIPA, Productores Independientes de Paraje Altamira, que ya tienen personería jurídica, y que busca, con una definición algo imprecisa sobre qué es ser independiente, ofrecer sabores auténticos de Altamira.
Entre algunos productores destacados de PIPA, conviene tener en cuenta el trabajo de Lupa, Finca Suárez, Chakana, Finca Beth o La Igriega. Son, en pocas palabras, medianos y pequeños productores de uva que se lanzaron a embotellar sus propios vinos para sostener y empujar el prestigio de la región que los nuclea.
Distinto es el caso otros pequeños productores que van por la libre, por así decirlo, como Desquiciado Wines o Polos Opuestos. En ambos casos se trata de enólogos que trabajan en bodegas exitosas y que lanzan al mercado vinos de inspiración personal. En Patagonia, un ejemplo de esta movida, es Puppato, el proyecto personal del enólogo de Familia Schroeder.
Como contrapartida de esta movida, sin embargo, cada vez más bodegas grandes abonan la idea de que los enólogos pueda tener sus proyectos personales. Desde Daniel Pi, director de enología de Grupo Peñaflor, a David Bonomi, hoy en Norton, o Luis Reginato, agrónomo de Catena, que elaboran vinos propios, como Tres14, Analúa y Chamán. ¿La razón?
Diversidad de los pequeños
Algo que quedó claro en el seminario de la Premium Tasting el jueves pasado, es que la capacidad creativa de los pequeños proyectos es mayor. Precisamente porque en cada movimiento arriesgan menos y, porque al arriesgar, lo hacen en líneas gustativas poco exploradas aún a fin de maximizar el esfuerzo. Así resultan vinos como Paso a Paso Bonarda 2016, el raro de Pala Corazón Garnacha 2017, Livvera Malvasía 2016 y Desquiciado Cabernet Franc 2016. Todos vinos que corren sus riesgos gustativo –no son para cualquier paladar, pero sí para uno que busque rarezas atractivas– pero vinos en toda ley.
En un punto medio, hay otros productores que ya ganaron escala media y que hicieron de una reacción hacia los sabores establecidos su bandera, como los hermanos Michelini, encabezados por Matías. De esta tanda, conviene probar @michelini Pinot Noir 2015 y el raro y ahora bien logrado Vía Revolucionaria Torrontés brutal 2016.
Ventajas y desventajas de lo pequeño
Trabajar en escalas pequeñas tiene sus bemoles. Los más difíciles resultan de los elevados costes de hacer las cosas con poca escala. Pero también, la posibilidad prestar más atención a detalles. En las bodegas grandes, en cambio, la economía de escala subvenciona bien los costos, pero las dimensiones de los detalles se pierden un poco. El secreto para cuidarlos, en estas últimas, es darle rienda suelta a los enólogos para crear. Y eso es precisamente una movida que se viene. Por ejemplo, Peñaflor tiene en la gatera una movida al respecto. Pronto se dará a conocer.
Fuente: www.vinomanos.com
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